Claudia Ferranti: “Soy una luchadora nata”

Texto – Albert Roca. Fotografías–Andrea Ciccalè-TVE-Lázaro Cabrera- Aristóteles Jerez- Paco Navarro. Entrevista realizada en Singular. Calle Carretas 14.

Una de las series revelación de 2025 ha sido Ena, emitida por TVE, una ambiciosa producción con un elenco excepcional en el que destaca el personaje de Rosario Lecera, interpretado por Claudia Ferranti. Apasionada de su trabajo y a la espera de nuevos retos en 2026, la actriz se encuentra en un momento de apertura vital y artística, con la mirada puesta en nuevas aventuras y personajes.

© Andrea Ciccalè

¿Ha sido un gran descubrimiento para ti el personaje que interpretas en Ena, Rosario Lecera?

Rosario era una mujer compleja, libre para su época, apasionada y contradictoria. En eso me reconozco totalmente. Mi mentalidad libre me llevó a dejar mi país, Italia. Siempre me sentí un pez fuera del agua y muchas veces juzgada por la forma en que pensaba. En España, en general, percibo más conciencia sobre ciertas actitudes machistas. En Italia, por mi experiencia, esa conciencia todavía no está tan extendida; tanto hombres como mujeres a veces reproducen comportamientos sexistas sin cuestionarlos, aunque afortunadamente cada vez más mujeres están empezando a moverse y a hacerse oír. Curiosamente, mi bisabuela era española, condesa de Toledo, así que parte de mis raíces también están aquí, y eso me conecta de una manera especial con la historia que interpreto.

© TVE

Rosario es un gran apoyo emocional para Ena. ¿Lo eres también con tus amigas?

Rosario entra en la vida de la reina en un momento muy doloroso, cuando Alfonso XIII se distancia emocionalmente de Ena y la culpa injustamente de haberle transmitido la hemofilia. Rosario ocupa ese vacío como confidente y sostén emocional. Interpretarla ha sido para mí rescatar a una de esas mujeres que sostuvieron la historia desde la sombra: una líder silenciosa, una amiga fiel, profundamente admiradora de la reina. Dar vida a Rosario ha sido un verdadero regalo.

Y sí, me reconozco también así con mis amigas. Tengo la suerte de estar rodeada de mujeres a las que respeto y admiro profundamente, y siempre he sido un gran apoyo para ellas. Suelo dar buenos consejos… aunque, curiosamente, conmigo misma no siempre soy tan buena consejera.

¿Qué te llevas de Ena?

Esta serie ha sido un lugar feliz. He tenido la oportunidad de trabajar con grandes profesionales y de sumergirme en una etapa convulsa de la historia de España, un tiempo en el que las mujeres no tenían derechos ni libertad de expresión. Es una época fundamental de conocer, para entender de dónde venimos y para que no vuelva a repetirse. Además, he rodado en palacios reales y en lugares impresionantes que difícilmente habría conocido de otra manera; eso aporta una dimensión única a la interpretación y hace que la historia cobre aún más vida.

Es un orgullo formar parte de esta superproducción, escrita por Javier Olivares, creador y productor ejecutivo, acompañado de talentos como Pablo Lara Toledo, Daniel Corpas e Isa Sánchez, bajo la mirada sensible de las directoras Anaïs Pareto y Estel Díaz. Y, por supuesto, con un equipo técnico y artístico extraordinario; sin cada una de esas personas, esta joya no habría sido posible.

© Lázaro Cabrera

Te has definido en varias ocasiones como una persona feliz

Lo intento. Quizá porque mi pasado no fue fácil, valoro mucho el presente. Más que ser feliz, intento estar presente; y a veces ese estado se parece mucho a la felicidad. Me doy cuenta de que incluso en las desgracias no puedo evitar encontrar el punto cómico: mis dramas acaban convirtiéndose en anécdotas divertidas. A veces me pregunto si no será una forma de huir de la tristeza, pero lo cierto es que el humor y la autoironía me ayudan a mirar las cosas desde otro lugar y a transformar el drama en algo distinto.

¿Con qué aspecto una persona te puede conquistar?
 
El humor, sin duda. El humor es inteligencia, y cuando alguien consigue hacerme reír de verdad, me atrapa.

© Aristóteles Jerez @aristotelesjerezoficial

¿Te hubiera gustado interpretar el personaje principal, el de Ena?

Interpretar a Ena es un reto enorme, donde hay que trabajar tanto la vulnerabilidad como la fortaleza, y mi compañera Kimberly Tell lo hace de forma impecable. Aun así, siendo italiana y viviendo en España desde hace trece años, cuando leí el guion me sentí muy conectada con ella. Esa sensación de ser extranjera en un país que amas, el choque cultural, la búsqueda de identidad, el deseo de encajar sin perder tu esencia… todo eso fue un puente precioso para entenderla desde dentro. Empaticé profundamente con su vulnerabilidad, con su deseo de ser aceptada y con su capacidad para reinventarse.

© Paco Navarro

¿Eres una gran luchadora?

Soy una luchadora nata. Siempre me he reconocido en la imagen del ave fénix: necesito atravesar lo difícil para transformarme. Este último año ha sido especialmente complicado a nivel personal, pero también muy revelador. Me separé del padre de mi hijo Leone, el actor Juan Díaz, y aun así conseguimos algo que para mí era fundamental: seguir siendo familia. Construir un vínculo sano, respetuoso y amoroso, incluso desde lugares distintos, ha sido una de las mayores victorias de mi vida. Quizás el éxito se parece más a esto que a otra cosa.

En ese proceso apareció el jaguar. Sin pensarlo demasiado, empecé a rodearme de su imagen. Es un animal poderoso, muy conectado a la tierra. Yo suelo vivir mucho en las nubes, y el jaguar me devolvía al cuerpo, al ahora. Creo que me ayudó a recordarme que necesitaba enraizarme, estar presente y ser fuerte para seguir adelante sola con mi hijo en un país extranjero. A veces los símbolos llegan solos, justo cuando los necesitas.

© Lázaro Cabrera

¿Ser actriz es terapéutico?

Desde muy pequeña decía que quería ser actriz por dos razones. La primera, porque quería conocerme más: intuía que al vivir muchos personajes podría verme en situaciones distintas y descubrir partes de mí misma. Cuando empecé a ser mayor, viajé sin rumbo, solo por sentirme viva, por conocer el mundo y vivir aventuras que me hicieran latir el corazón. Y entonces apareció el teatro: un lugar donde podía vivir mil vidas y experimentar infinitas aventuras sin salir de cuatro paredes. La segunda razón era más lúdica: quería hacer todos los trabajos del mundo —frutera, cartera, espía, bailarina…— y ser actriz me permitía experimentar todos esos universos. Y, en el fondo, sigue siendo exactamente eso: una forma adulta de seguir jugando, de explorar la vida, de entenderme más y de vivir aventuras que, de otra manera, no podría experimentar.”

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