Ángela Banzas: “ Mi novela es como el beso de una madre encima de una herida para que se cure”

Texto – Albert Roca. Fotografías – Santi Martínez Sancho.

Ángela Banzas es la finalista del Premio Planeta con la novela “Cuando el viento hable”, situada en su Galicia que tanto quiere, en la época de la posguerra. Un hospital, Santiago de Compostela, y una protagonista Sofía, son ejes centrales de una poesía que navega entre los símbolos, el romanticismo y en el trasfondo la reivindicación de una generación que sufrió y sobrevivió.

© Santi Martínez Sancho

Al final de la novela hay un parágrafo que dice “pase lo que pase, igual también volverá a llover”. ¿Es una frase que habla de esperanza, de podrá volver a llover, pero seguiremos adelante?

Es el mensaje con el que yo necesitaba quedarme y que también me gustaría que se quedasen los lectores.

La época está ambientada en la posguerra, un periodo sin guerra pero sin paz. ¿Verdad?

La novela empieza explicando un poco cómo llega al mundo Sofía. Aunque no ha conocido la guerra, tampoco conoce la paz. Y es justamente la Noche de Difuntos y Ausentes, la que atraviesa toda la novela. Comienza la Noche de Difuntos en el 59 y retrocedemos al 39. Cada vez que hay una referencia temporal intento que sea siempre la Noche de Difuntos. El epílogo que da pie a ese «mañana volverá a llover», es una promesa de esperanza. Como dice al principio de la novela Sofía:  la paz se consigue cuando es lisa y blanca, como un papel en el que caben todas las letras, sin necesidad de colores para darse la mano.

En tu novela hay muchos símbolos como el viento…

El viento mueve las cosas, las arrastra, las junta un poco a placer y capricho. Nosotros también podemos tomar un quito de las riendas de ese viento. Me gusta que los símbolos estén presentes, como el de la lluvia, que representa esa promesa. Hay una cita al principio que es de Marco Aurelio, que está citando a su vez a Eurípides, en unos versos que habla de que la tierra cuando está agrietada y seca, clama al cielo, y la única que puede intervenir en ese momento es Afrodita, la diosa del amor, para enviar la lluvia. Y es la lluvia la que permite que la tierra pueda florecer de nuevo. Esta es una idea que tenía respecto al epílogo y a lo que es el tratamiento del tiempo como esperanza. Al final todo se resume en esa bonita palabra: esperanza.

© Santi Martínez Sancho

El hospital es un escenario central

Yo recojo la memoria individual, representada en la figura de Sofía y del hospital. en cuanto a el sentido de la vida que se encuentra justamente allí. No concibo mejor lugar para representar donde unos llegan, otros se van y todos esperan. Y esto se ve en las miradas que se pierden en las ventanas. Yo, que soy de Santiago y donde está ambientada la novela, llueve constantemente, pero siempre estás buscando el sol detrás de las nubes. Lo representa muy bien, además de encontrar siempre al semejante que, aunque hable en otra lengua, lo hace con el mismo miedo que lo hace uno.

Por otro lado, también está la memoria colectiva con esa promesa de esperanza. La lluvia es la que arrastra todo el barro y toda la sangre, para que el camino vuelva a quedar despejado y podamos volver a avanzar.

En el hospital Sofía tiene un apoyo importante por parte de su amiga Julia

Es una oda a esa amistad incondicional de dos niñas: una que parte de la oscuridad, que es Sofía, la protagonista. Y por otro lado está Julia: una niña que no tiene ninguna posibilidad de sobrevivir, que solo conoce el hospital. Entre las dos se produce una bonita entrega, porque Sofía, a través de su padre, como es bibliotecario y antiguo librero, le ha enseñado a desarrollar esa bonita herramienta que es la imaginación, para poder no solo evadirse, sino para crear su ideal de felicidad allí dentro. Ella tiene su propio mundo y se lo entrega a Julia: una niña que únicamente conoce las paredes blancas de un hospital y sueña con vivir, pero que no vive ni siquiera en el sueño. Todo ello no deja de ser una promesa que no alcanza a ver. Sofía le ofrece sus ojos: esa mirada hacia adentro que se llena de color y de aventuras- Y me parecía muy interesante, al mismo tiempo que Sofía, que es una niña que tiene esperanza, pero no es optimista porque ve demasiada oscuridad. Y Julia, le entrega el optimismo, porque siempre ve el sol, aunque solamente haya nubes.

© Santi Martínez Sancho

¿Santiago de Compostela se convierte en un personaje más? ¿Hay una presencia de esa atmósfera de magia que siempre ha tenido Galicia, tu tierra?

Para mí es muy importante siempre poder llevármelo a mi tierra, porque es lo que yo conozco. Es una novela muy íntima, tiene una parte muy personal mía, de una vivencia propia y necesariamente tenía que estar presente. Además también es porque mis emociones han crecido y se han alimentado. Mis raíces han bebido de mi tierra, y no solo por el clima, del paisaje, de esa atmósfera, sino que me conecta a un nivel, en el que puedo ofrecer ese viaje sensorial a los lectores. Lo que quiero es llevarlos al universo, en parte de lo que yo creado y también por lo que he vivido.

En la novela se muestra el amor desde diferentes miradas

Hay una promesa que está íntimamente ligada a esa esperanza que es el amor. Primero. el amor incondicional que tienen los abuelos por su nieta y Sofía por sus abuelos. Luego está la incondicionalidad que representa ese amor con su amiga, Y por otro lado, cuando encuentra a alguien especial. Yo quería recuperar algo muy típico del siglo pasado, que eran las cartas de los que estaban encerrados, y que les sostenían y estaban dirigidas a los familiares de los que estaban presos, a los prometidos, a los maridos. Y en el caso de Sofía con Daniel esa unión se manifiesta a través de la palabra. Considero que no hay nada más íntimo que el poder de la palabra. A partir de allí se construye la relación amorosa: ese sentimiento, ese apoyo, ese sostén entre dos personas, que viene desde el alma hasta la piel. cuando se pueden encontrar. Me parecía muy interesante cómo se descifran en palabras lo que esconden las emociones o los sentimientos del día a día. de una persona que no lo está pasando especialmente bien.

© Santi Martínez Sancho

Y en toda la novela está presente un gran romanticismo

Apuesto por el romanticismo, en este sentido íntimo que viene desde las resonancias entre las almas. Me parece bonito y quería recuperarlo porque creo en el amor. Soy una firme convencida de que es lo que realmente mueve el mundo, a todos, y nos recuerda que estamos vivos. No lo defino en términos biológicos, sino que es algo que va mucho más allá. El amor es lo contrario a la muerte, y que nos recuerda que estamos aquí.

¿Cómo te sientes escribiendo, y creando personajes y situaciones?

Son momentos en los que digo «Ahora voy a poner esto. Ahora voy a poner lo otro». Uno se siente como un poco Dios, en cierta forma, a la hora de poner cosas. Hay un gran poder transformador en la palabra. Como autora, como creadora del universo, me ha hecho muchísimo bien.

Y justamente, cuando llegó al final, mi objetivo era hacer el bien, y no sabia la manera para entregárselo a un lector y hacerle también mucho bien. Cuando escribo estoy tratando de recuperar y salvar esos abismos que tenemos todos un poco, entre ellos la fatalidad de la muerte. De lo que se trata es de visualizar esos caminos que no hemos tomado y que el papel nos permite reescribir. En ese sentido, recurro siempre a parte de mi memoria. Al final, la imaginación y la memoria son el punto de partida de nuestro ideal de felicidad, que no deja de ser algo que nos separa. El ideal de felicidad es individual, no es universal. Entonces, lo que cada uno de nosotros entendemos es aquello que nos provoca tanto placer como dolor. En función de todo esto podemos escuchar.

© Santi Martínez Sancho

Es una novela que se ha trabajado durante años. ¿Cuándo llego el momento?

Siempre digo que cada una de las novelas se va edificando sobre las piedras o las ruinas que van dejando las anteriores que he hecho. Lo que voy viviendo está íntimamente ligado una cosa con la otra. Necesitaba escribir sobre esa vivencia que tuve de niña desde hace muchos años. Yo quería transitarla de alguna forma, pero con un mensaje que no resultase triste o desolador. Creo que todos necesitamos una bocanada de aire, que nos invite a mantener esa esperanza, pero no entendida como optimista, sinó de aquel que necesita saber que la vida tiene un sentido.

© Santi Martínez Sancho

¿Es una novela que puede ayudar a reivindicar las anteriores generaciones que nos han precedido?

Efectivamente, de hecho, es mi punto de partida. La novela está dedicada a esa generación que nos forjó una oportunidad. Porque ellos crecieron envueltos en silencios, en sombras, en sacrificio, en renuncia, en hambre, y en cambio nos entregaron a nosotros todo lo que tenemos. Creo que es fundamental que no lo olvidemos, sin ganas de revanchismos ni de trincheras. Considero que es es muy necesario saber dónde está la herida. Y a partir de aquí poder desinfectar. Hay que saber dónde están las cicatrices, dónde comienzan y dónde terminan, para no repetirlo. Pienso que puede servir para no abrir otras nuevas heridas o que esa no se vuelva a abrir más. Es como lo pienso y creo que hay una generación entera, a la que debemos mucho respeto y admiración.

¿Qué le dirías a la gente para que lean tu novela? ¿Qué se van a encontrar?

Esta novela es emoción, es suspense, es una trama que les va a enganchar y les va a sorprender.  Hay unos personajes que son tridimensionales y muy carnales, con los que se puede empatizar. Con ellos nos podemos acordar , por ejemplo, de la generación de nuestros abuelos, y en algunos casos de nuestros padres. Además creo que nos va pellizcando a lo largo de las páginas. Siempre digo que es como el beso de una madre encima de una herida para que se cure. Yo lo concibo así: nos deja un calorcito muy agradable en el pecho.

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