Texto – Redacción. Fotografías – Hearst.
Cada paso de Isabel Preysler, cada retrato, cada rumor ha sido compartido por generaciones enteras. Quizá por eso, cuando Isabel publica ahora, a sus 74 años, sus memorias, la sensación es un poco colectiva: como si todos tuviéramos derecho a sentarnos en primera fila a recordar, porque todos –de una u otra forma– hemos formado parte del relato. Afirma en el número de octubre de Harper’s Bazaar que es el momento para “hacer balance de su vida y contar la verdad, mi verdad, de ahí que lleve por título Mi verdadera historia (Ed. Espasa)”.

Isabel no sólo ha sido protagonista de la crónica social, ha sido también esa mujer con la que España aprendió a mirar, o al menos así lo creímos, la sofisticación como sobriedad. Con ella hemos asimilado que la elegancia puede ser discreta, que ‘menos es más’ puede ser un estilo de vida y que no hay nada tan exquisito como responder con una sonrisa a los excesos de la fama. Y, sin embargo, detrás de los focos, está la mujer que insiste en que nunca se ha sentido un icono, que confiesa que muchas veces hubiera querido ser anónima y que, al mirar atrás, descubre que la verdadera libertad se conquista con el paso del tiempo: “Nunca me he considerado un icono ni una mujer especialmente elegante. No sigo la moda, ni siquiera la entiendo. Siempre me he vestido con lo que me hacía sentir cómoda y favorecida, sin pensar en tendencias. Me halaga que me lo digan, claro, pero no me lo creo en absoluto”.

La socialité, coincidiendo con la publicación de sus memorias, hace un repaso de su vida también en las páginas de la revista, desde la exposición por la fama –aunque confiesa que “ha hecho todo lo posible para proteger todo lo que yo quería proteger” – y los caminos que han tomado sus hijos, hasta las razones que la han llevado a escribir sus memorias ahora: “Se ha escrito muchísimo sobre mí, incluso libros, pero ninguno contaba la verdad, no podría decir que sean acertados o correctos. Unos con más mala idea y otros con menos, entonces pensé que ya era hora de que supiesen la verdad. Durante años me pareció pronto, pero ahora siento serenidad y paz, rodeada de mis nietos, y pensé que era el momento adecuado. Es un proyecto personal en el que llevo más de un año y medio trabajando, aunque con ayuda de la editorial para darle forma. Aunque ¡quién sabe si a los 90 tengo que volver a reescribir mis memorias!”. Además, admite que ha dejado “muy poco sin contar” y que el libro incluye todos sus matrimonios y parejas: “No serían unas memorias auténticas si no hablara de todos”.
Esta entrevista forma parte del número homenaje de Harper’s Bazaar a Giorgio Armani, del que Isabel Preysler también fue fuente de inspiración: “Giorgio ha sido más que un diseñador de moda, un genio que ha creado un estilo de vida. Su legado es inmortal. Siempre estará en mi corazón”.

EXTRACTOS DE LA ENTREVISTA.
• “La fama empezó desde el momento en el que me casé con Julio, y Julio se convirtió en uno de los artistas más importantes del mundo, a partir de ahí… me hubiera encantado ser anónima. Todo cambió de repente. Cuando ocurría algo que llenaba mi vida de sobresaltos y todo se complicaba, tanto para mí como para la gente que me rodeaba, en ese momento me hubiera encantado ser anónima. Pero también es justo reconocer que gracias a la prensa y al cariño recibido he podido trabajar y ser independiente económicamente”.
• “Creo que se ha exagerado mucho. La gente suele opinar de mí a través de imágenes. Y cuando me conocen, casi siempre me dicen: ‘No eres nada como imaginaba’. Eso me pasa a menudo, y me alegra que la Isabel real guste más que la imagen pública que se ha construido”.
• “[A mis hijos] No he tenido que darles consejos, porque lo manejan mejor que yo. Han crecido entre cámaras y saben dónde poner el límite. Algunos son más reservados, otros más públicos. Tamara, por ejemplo, desde niña disfrutaba con los fotógrafos; los consideraba sus amigos y les contaba que era su cumpleaños, y todos aparecían con regalos. Esa naturalidad la ha acompañado siempre y le ha hecho conectar con la gente. A veces un poquito demasiado (risas). Ana y yo nos miramos alguna vez y me dice: «Mami, es que Tamara no tiene filtro». Ana es más discreta y reservada”.
• “No ha sido fácil. Recordar, seleccionar, decidir qué contar y qué callar conlleva mucha dificultad. Algunos episodios me entristecieron, otros me emocionaron, pero con ayuda logré darle forma. Quizá desde fuera se vea más intensa de lo que en realidad ha sido, pero aun así había mucho que contar”.

• “La primera vez que vi a Giorgio fue en Madrid, cuando vino a recoger la Aguja de Oro. Me pidió que hiciera una sesión de fotos con él y acepté encantada. Desde entonces me invitaba a sus desfiles en Milán y después a las cenas en su casa. He almorzado con él y con su hermana, también con su sobrina Roberta, a la que quiero mucho. Con el tiempo se convirtió en un amigo muy querido: un hombre con talento inmenso, guapísimo, encantador, cariñoso y elegante en todo. Siempre se acordaba de mi cumpleaños, y yo del de él”.

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