Texto – Redacción. Fotografías – Hearst.
Carla Bruni no necesita presentación, ni como modelo, ni como cantante ni como ex primera dama francesa. A sus 57 años, sigue sin sentirse a gusto en la zona de confort, lleva cuatro décadas en el ojo del huracán, rompiendo moldes y exprimiendo cada oportunidad, y hoy, celebra un nuevo hito en su carrera: su primera portada en Harper’s Bazaar.

Nacida en Turín en 1967, creció entre partituras, libros y conversaciones apasionadas sobre arte. La fama, lejos de ser un peso, fue para Carla un sueño cumplido: «Siempre quise ser famosa. Soñaba con ello desde niña, con que la gente me quisiera y me respetara», sin embargo, cuando tuvo el mundo a sus pies, decidió retirarse en silencio. Había algo más profundo que la llamaba: la música.
Carla perteneció al exclusivo círculo de la moda de las top models de los noventa: «Nos divertimos mucho», confiesa con una risa cómplice. Eran tiempos en los que las modelos se convertían en iconos, y el mundo las miraba con devoción. Bruni compartía escenario con Naomi Campbell, Linda Evangelista y Claudia Schiffer, pero nunca perdió el suelo bajo los pies: «La moda me enseñó disciplina, resistencia… y también a separarme de mi propia imagen. Aprendí que la persona que ves en las revistas no soy yo. Esa es sólo una parte de mí, una amiga que me acompaña».

Durante su entrevista con Harper’s Bazaar, también recuerda cuando, en 2008, y ante el asombro de la opinión pública, se casó con Nicolas Sarkozy, presidente de la República de Francia. De las pasarelas y los escenarios, Carla Bruni pasó a los salones del Elíseo: «El mejor recuerdo de esa etapa fue conocer a mi hombre, porque todo fue maravilloso, fantástico y extremadamente interesante. Pero te confieso que lo mejor de esos años es que pude ayudar a mucha gente. La gente te pide ayuda cuando estás en una posición así y lo bueno es que puedes hacerlo. No puedes cambiar sus vidas, pero puedes ayudar, y eso fue muy enriquecedor. Te llena el corazón y hace que todo merezca la pena».
Ahora, Carla confiesa que, pese a haber vivido varias vidas de película, ha aprendido a valorar el regalo presente: «Miedos tengo muchos, pero prefiero no pensar en ellos por si acaso los invoco. Y me hace feliz estar aquí sin más». La entrevista completa, en el número de abril de Harper’s Bazaar.

EXTRACTOS DE LA ENTREVISTA.
- «Quise ser modelo. Nadie me descubrió por casualidad. Aproveché la oportunidad porque sabía que la imagen podía abrirme las puertas hacia la música».
- «Recuerdo mi primer casting con Yves Saint Laurent. Entré a la habitación y había mujeres hermosísimas, Dalma, Kirat…, me sentía diminuta entre ellas. Monsieur Saint Laurent tenía una tradición: a sus castings se iba arreglada, con labios rojos y una presencia impecable. Nos trataba como joyas, y yo, en ese momento, entendí que la moda no era sólo ropa, era arte».

- «Escribo cuando siento algo, no puedo forzar las canciones. Es como si las emociones me dictaran las palabras (…) Siempre tuve una conexión especial con la música. Toco el piano, la guitarra, el violín… mal, pero con pasión».
- «Quiero pensar que cualquier persona en la posición en la que he estado yo trataría de ayudar a la gente, los reyes, las reinas…, cualquier puesto oficial lo intenta. Es su trabajo, al fin y al cabo».
- «No soy una persona de revoluciones. Prefiero la resistencia, los pequeños gestos. Aquello lo hice por amor, pero nunca habría entrado en política por mí misma. A mí me gustan las relaciones de personas, no me gustan los grandes movimientos ni las milicias. Ni siquiera me gustan las políticas ni el poder. No creo en la acción humana –ríe–, creo más en el Universo, en lo sagrado».

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