Alrevés Editorial publica «Los crímenes de los pasos perdidos» del periodista Santiago Tarín

Texto – Redacción. Fotografía – Lorenzo Fuentes.

Los pasos perdidos es el nombre popular del gran salón central del edificio del Palacio de Justicia de Barcelona y tiene un desván invisible en el que se almacenan miles de historias. Historias que se acumulan año tras año y a veces se olvidan, hasta que alguien las desempolva y las rescata de la memoria extraviada.

Santiago Tarín, periodista y escritor, ha pasado muchas horas en ese salón. Sus charlas con jueces, fiscales, abogados, policías, víctimas y delincuentes le han servido para aflorar los aspectos que no aparecen en los documentos oficiales: la verdadera sustancia del relato, su esencia humana, y así componer los dieciséis capítulos del libro que discurren a lo largo de setenta años.

Un puñado de historias que no salen en los libros de texto, pero que forman parte de nuestra memoria colectiva y que contribuyen a explicar un tiempo, una ciudad y un país. Escriben la contraportada de las crónicas históricas, las narraciones de la vida cotidiana en su vertiente más oscura y que, al mismo tiempo, nos cuentan cómo éramos, qué vicios teníamos o cómo nos divertíamos. Historias de desalmados, de gente sin conciencia, de delincuentes desaparecidos y de truhanes de otras épocas. Algunos están pintados en blanco y negro, otros ya se definen en color. Hay entre ellos personajes peculiares, estafadores amantes de la poesía, fotógrafos que captaron la esencia de la marginalidad o pillos propios de las mejores comedias. Una buena historia no precisa de una pila de cadáveres para ser interesante, sino de protagonistas originales o detalles que la hacen única. Entre esta fauna despiadada hay criminales que lo fueron por azar o por la desdicha de unos momentos inclementes. Pero en todos anidó la desesperación, la incomprensión, la tristeza, la rabia o el desarraigo.

Tal vez no son los más conocidos, incluso son inesperados, pero todos son singulares por sus circunstancias. Tan singulares como la atmósfera de estos relatos, construidos con las herramientas del periodismo y los recursos estilísticos propios de los géneros literarios.

Los pasos perdidos es el nombre popular del gran salón central del edificio del Palacio de Justicia de Barcelona y tiene un desván invisible en el que se almacenan miles de historias. Historias que se acumulan año tras año y a veces se olvidan, hasta que alguien las desempolva y las rescata de la memoria extraviada.

Presentación Libro Santiago Tarin- “los crímenes de los pasos perdido. Santiago estuvo acompañado de la abogado Olga Tubau y del escritor Ignacio Martínez de Pison . fotos de : Lorenzo Fuentes

El autor

Santiago Tarín, periodista y escritor, ha pasado muchas horas en ese salón. Sus charlas con jueces, fiscales, abogados, policías, víctimas y delincuentes le han servido para aflorar los aspectos que no aparecen en los documentos oficiales: la verdadera sustancia del relato, su esencia humana, y así componer los dieciséis capítulos del libro que discurren a lo largo de setenta años.

Un puñado de historias que no salen en los libros de texto, pero que forman parte de nuestra memoria colectiva y que contribuyen a explicar un tiempo, una ciudad y un país. Escriben la contraportada de las crónicas históricas, las narraciones de la vida cotidiana en su vertiente más oscura y que, al mismo tiempo, nos cuentan cómo éramos, qué vicios teníamos o cómo nos divertíamos. Historias de desalmados, de gente sin conciencia, de delincuentes desaparecidos y de truhanes de otras épocas. Algunos están pintados en blanco y negro, otros ya se definen en color. Hay entre ellos personajes peculiares, estafadores amantes de la poesía, fotógrafos que captaron la esencia de la marginalidad o pillos propios de las mejores comedias. Una buena historia no precisa de una pila de cadáveres para ser interesante, sino de protagonistas originales o detalles que la hacen única. Entre esta fauna despiadada hay criminales que lo fueron por azar o por la desdicha de unos momentos inclementes. Pero en todos anidó la desesperación, la incomprensión, la tristeza, la rabia o el desarraigo.

Tal vez no son los más conocidos, incluso son inesperados, pero todos son singulares por sus circunstancias. Tan singulares como la atmósfera de estos relatos, construidos con las herramientas del periodismo y los recursos estilísticos propios de los géneros literarios.

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