Manu Ríos, portada de Harper’s Bazaar

Texto – Redacción-Hearst. Fotografías – Hearst.

Las firmas de lujo se lo rifan y cuenta con más de 10 millones de seguidores pendientes de sus movimientos en Instagram. Incluso se ha convertido en un habitual de los desfiles más importantes del mundo, asistió a la Gala MET y es imagen de Jacquemus: «Para mí la moda es una forma de expresarme, la ropa puede hablar por ti». Pero la interpretación y la moda no son lo único que apasiona a Manu Ríos: «A los 15 años comencé un proyecto musical en Estados Unidos. Pero justo cuando ya tenía listo mi EP, me ficharon en Netflix y decidí apostar por la interpretación. Prefiero enfocarme en algo en lugar de abarcar mucho. Aunque la música es fundamental para mí y seguro que vuelvo a intentarlo».

A pesar de ser especial y tan creativo, Manu confiesa a Harper’s BAZAAR que siempre se sintió comprendido por sus compañeros del colegio. Con sólo 12 años debutó en el teatro Lope de Vega de Madrid, de la mano del musical Los miserables de Victor Hugo, y poco después entró a formar parte de la banda juvenil Parchís. Nacer con una vocación tan clara, admite, supuso algún que otro sacrificio: «Recuerdo que tenía que estudiar en el coche o entre escena y escena. Cuando actuaba fuera llegaba tarde a casa y al día siguiente tocaba madrugar. Pero no siento que me haya perdido nada, lo hice porque quería».

EXTRACTOS DE LA ENTREVISTA

«De adolescente piensas más a lo grande, tienes objetivos un poco más superficiales. Hoy ya no sólo me planteo retos profesionales, también pienso mucho a nivel personal dónde me gustaría estar. Pienso en familia y en muchos más aspectos».

«A veces es complicado. Hay momentos duros, todos tenemos días en los que nos sentimos peor o estamos más inseguros. Por eso creo que es básico trabajar en uno mismo. Animo a todo el mundo a hacerlo porque es muy importante cuidar de la salud mental. A mí me ha funcionado mucho ir a terapia, hablar abiertamente con mis amigos y mi familia, tener un espacio seguro donde desahogarme y aprender a dar a las cosas la relevancia que tienen».

«En casa me inculcaron la importancia de recordar de dónde vengo y de mantener los pies en el suelo. Mis padres siempre han tratado bien a la gente, son personas sensibles y con empatía. Intento mantener esos valores. Cuando vuelvo a casa, da igual dónde haya estado, con quién o rodando qué, todo sigue igual».

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