Penélope Cruz más radiante que nunca en ELLE

Texto – Redacción-Hearst. Fotografías – Hearst.

En su número de abril, ELLE se reencuentra con una admirada e inspiradora amiga: Penélope Cruz (Madrid, 1974), para celebrar junto a ella sus pletóricos 50 años. De su mano, hacemos un recorrido reflexivo desde su niñez en Alcobendas hasta su conquista de Hollywood, pasando por su matrimonio con Javier Bardem y la experiencia de su vida: la maternidad.

La actriz recuerda cómo empezó todo en el sofá rojo de su casa, desde el que asistía a un desfile cinematográfico variopinto y a menudo recurrente («Si me gustaba una película, podía verla hasta 10 o 15 veces») que avivaba sus sueños infantiles: «Así fue como descubrí el trabajo de Meryl Streep, Pedro Almodóvar, Al Pacino, Billy Wilder o Fernando Trueba». Una niña rebosante de energía y creatividad que encontró en la interpretación y la danza las válvulas de escape necesarias para canalizar ese torrente artístico, que sus padres nunca quisieron detener: «Cuando yo insistía en lo que quería hacer, al menos no se reían de mí. ¡Y eso ya era mucho!». Porque en su casa «aunque nadie se dedicara a nada relacionado con el arte, siempre hubo un gran respeto y apreciación por la música, la ópera, el cine…», recuerda.

Rememora su adolescencia como una vorágine de trabajos y decisiones cruciales. «Compaginaba muchas cosas: los estudios, el baile, empezaba a ir a castings, estaba en una agencia de modelos…». Con 18 recién cumplidos se dio a conocer en el cine por todo lo alto apadrinada por Bigas Luna, con Jamón, jamón y, poco después, con Belle Époque, de Fernando Trueba: «Tuve mucha suerte de contar con esa tarjeta de presentación: eran dos películas muy diferentes y muy buenas. Ahí empecé a hilar un rodaje con otro, y además me fui a vivir a Nueva York para aprender inglés».

A los 20 experimentó una especie de regresión que la llevó de vuelta al hogar, donde completó el ciclo adolescente interrumpido por la cantidad de compromisos laborales que había asumido durante esos años. Retroceder le sirvió para tomar impulso de cara al despegue internacional que abordaría posteriormente. En aquella etapa comenzaría también su larga y fructífera amistad con L’Oréal, Lancôme y Chanel. Aunque su relación con el mundo de la belleza se remonta mucho tiempo atrás, a su infancia, cuando descubrió ese ritual de cuidado femenino en el salón de su madre, junto a su hermana Mónica.

Su década de los 30 vino marcada por la maternidad. Junto a su pareja, Javier Bardem, compagina desde entonces su profesión, sincronizando agendas, con la crianza de sus hijos, Leo y Luna, una prioridad absoluta para ambos.

Dice no llevar la cuenta de sus trabajos, porque «mirar atrás para ver lo que he hecho o cuántos premios tengo no me da la inyección para ser feliz ni para seguir creciendo». Sin embargo, Penélope Cruz sí mira de frente la realidad sin cerrar los ojos ante la injusticia y el sufrimiento, pese al dolor que le provocan; su compromiso con las causas en las que cree es inquebrantable. Antes de despedirnos le preguntamos qué le gustaría ser de mayor y su respuesta es inmediata: «Feliz».

EXTRACTOS DE LA ENTREVISTA:

  • «No creo que nadie diga un día: “Vale, ya tengo todo bajo control, ya me siento seguro”, y menos en esta profesión».
  • «Desde que nacieron mis hijos ellos son mi absoluta prioridad. Y hacemos todo lo posible para estar presentes en su crianza».
  • «Creo que soy una persona bastante feliz, bastante intensa y bastante preocupadita».
  • «Nunca pienso eso de “estaba mejor antes”, y no me refiero al paso de los años, sino a cómo me siento conmigo misma».
  • «Cuando veo las injusticias que hay en el mundo, mi vía de escape son las lágrimas. A veces me gustaría hacer más payasadas».
  • «Es muy importante saber lo que vales».

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