Texto – Redacción-Hearst. Fotografias – Hearst.
En su número de noviembre, ELLE se sienta con Miguel Ángel Silvestre (Castellón, 1982) para hablar sobre trabajo, fama, medios y arraigo.

El intérprete, que desde la distancia puede proyectar cierto halo de seriedad, es pura cercanía y sensibilidad. Reconoce que su vocación no afloró pronto, antes fue amante del tenis y estudiante de Fisioterapia, carrera que hizo siguiendo los pasos de su padre, una figura crucial en su vida que desgraciadamente ya no lo acompaña: «Cuando se va un tótem así, te replanteas todo. Su muerte fue un momento durísimo. Una pérdida tan repentina te llena de preguntas… Ahora hay muchísimo más disfrute inmediato y menos estrategias para el futuro». Y en este presente que abraza, su felicidad se encuentra en Castellón, su tierra, junto a su círculo de confianza, y en el retorno a la vida simple: «Quería estar más cerca de mi familia y me da mucho más placer vivir en la sencillez y modestia de Benicasim».
Afirma que la fama te cambia momentáneamente, que es un viaje con vuelta: «Me ha permitido conocer a muchas personas que tienen una voz maravillosa y aprender de ellas. Eso te modifica la perspectiva. Es normal cambiar y espero seguir haciéndolo». Pero él tiene muy clara cuál es su esencia y se mantiene fiel a ella. Además, dice llevar estupendamente su condición de persona pública: «Cuando voy a comprar el pan o a la carnicería, y la mujer me llama por mi nombre… Eso es increíble. Es sentirte acompañado de por vida». Y resta importancia a las noticias que se publican sobre su intimidad («rumores que, en el 90% de los casos, son falsos»), al tiempo que agradece a los medios de comunicación un papel que considera decisivo en el desarrollo de su carrera: «Creo que estoy donde estoy como actor gracias a ellos, entre otras cosas». Y nos hace una confesión sobre su relación con la prensa: «Había veces que pensaba: “¿Se darán cuenta de que no soy tanto como dicen?”. Era mi gran temor en las entrevistas y sufría imaginando cuándo iban a destapar la verdad. Algunos seguro que creyeron que era un idiota por no querer hacerlas, pero no saben que estaba cagado de miedo por si me descubrían (risas)».
Profundizando en el plano profesional, el actor nos cuenta cómo se enamoró de la interpretación. De nuevo su familia fue determinante: «Tengo una tía que es directora de teatro. Fui a un ensayo suyo y me despertó la curiosidad». Más tarde vendrían las clases en Madrid con Juan Carlos Corazza, donde conocería a Beatriz Castro, su representante desde entonces. Con una modestia en absoluto impostada, nos explicó que no considera que «actuar sea tan complicado». Y nos reveló que el truco reside en dejarse llevar: «Lo difícil es saber entregarse a las órdenes de un director, confiarse a él, porque un buen director te hace un buen intérprete». Uno de sus preferidos es Pedro Almodóvar, con quien tuvo ocasión de rodar en Los amantes pasajeros, el que considera su proyecto más especial hasta la fecha.
Miguel Ángel Silvestre ha regresado tranquilo, pero con todas las ganas de seguir comiéndose el mundo y asegurando que le queda «muchísimo» por hacer.
EXTRACTOS DE LA ENTREVISTA

- «Cuando te das cuenta de que pasado mañana te puedes ir, intentas hacer todo lo que puedes hoy».
- «La fama te cambia para luego volver. Es como un viaje de ida y vuelta».
- «Podría marcharme a Nueva York a hacer un curso de interpretación, pero ahora me apetece más vivir cerca de mi familia y mis amigos».
- «Creo que todo el mundo puede ser actor, porque, en el fondo, lo somos un poco en la vida».
- «Se me da muy bien que me digan que no. El actor está muy expuesto al rechazo».

Deja un comentario