
Danny y Roberta es uno de los mejores retratos de dos perdedores en el teatro contemporáneo. Es una radiografía de los miedos y las miserias de una sociedad que hace de la violencia el escape final hacia ninguna parte. Son dos personajes límites, solitarios, incomprendidos, que por un momento creen encontrar alguien con quien compartir sus sueños y llegar a ser “como los demás”.
“Actoralmente es un privilegio dar vida a este Danny tan extremo, tan infantil, tan desolado. Es un personaje a punto de tirar la toalla en la lucha por su propia vida. Busca en la violencia una forma de salir de sí mismo, es una forma de suicidio. Es un desencantado de la gente, todo y todos parecen hacerle daño. Por eso su única salida es la violencia. Es como un niño grande que no sabe qué hacer con su propia vida y eso le lleva a enfadarse con el mundo porque no le da la felicidad que un día le prometieron. Pero un día conoce a Roberta, alguien que sufre tanto como él , y de pronto, un halo de esperanza se abre. Quizás finalmente pueda tener esa felicidad que tanto ansía y ser como la gente normal”. Comenta Armando del Río.
Para la actriz Laia Alemany, “esta función cuenta un trocito de la vida de dos personajes sin esperanza, condenados al fracaso, que viven como pueden sus vidas y que al encontrarse crean el escenario perfecto para dejarnos entrever todo su universo, su dolor y su realidad. Para mí la clave de esta obra es eso la desesperanza, que en el caso de Roberta la hace vivir anestesiada. Ella está de vuelta de todo, es capaz de casi todo, porque no le teme a nada, al menos hasta el momento en el que se encuentra con Danny. Entonces es como si Roberta, que parecía vivir apagada, se encendiera, volviera a la vida. Es como si al juntarse los dos personajes sus contadores volvieran a arrancar. Es un placer trabajar una obra que desde las primeras lecturas se te mete dentro. Creo que el autor ha conseguido con este texto reflejar la condición humana de estos dos seres rotos, con una profundidad hermosa.